Un viento helado me rozó la cara, pero aquello no fue lo que me hizo estremecer. Fue esa mirada. Yo lo sabía perfectamente y ya no lo soportaba más. Intenté avanzar consciente de las consecuencias pero me volví… los millones de ojillos me escrutaban y era abrumador. Yo los miraba a su vez, esperando inspirar algún temor en ellos, pero al instante sentía impotencia ante aquel panorama. La oscuridad de la noche contrastaba con el brillo de esos ojos, y eran muchos, demasiados: llegaban a confundirse entre sí, y me absorbían. Mi angustia aumentó ya que me encontraba hipnotizada y ya no podía luchar contra eso. Era hermosísimo y me llenaba interiormente. Me sentía feliz. Y de pronto, Valparaíso dejó de observarme y aquellos ojillos se cerraron asustados con el alba y ese ensueño de luces quedó atrás con la noche, dejándome en libertad.
Me encanta lo que y cómo escribes....¡¡¡muy poético!!!...ha sido una gratísima sorpresa saber de tu talento.....
ResponderEliminarmuchas gracias:)
ResponderEliminar...no dejes de cultivar esa tierra fértil que habita en tu corazón...es ahora, que la semilla está presta, cuando necesita ser alimentada por las aguas cristalinas del espíritu. Y si le pones una mirada, un aliento divino, llegarás al corazón de tantos que una vez quisieron germinar y no regaron la semilla que habitaba en su corazón. En beso anónimo.
ResponderEliminarHola Catalina:
ResponderEliminarEl relato es muy literario, es grato encotrar en la red personas que escribe con tanto sentimiento.
Con tu permiso me uno a tu grupo de amigos
Saludos
Tessa
Muchas gracias, un gusto que te unas a mi grupo de seguidores.
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