lunes, 13 de septiembre de 2010

Paraíso Nocturno

Un viento helado me rozó la cara, pero aquello no fue lo que me hizo estremecer. Fue esa mirada. Yo lo sabía perfectamente y ya no lo soportaba más. Intenté avanzar consciente de las consecuencias pero me volví… los millones de ojillos me escrutaban y era abrumador. Yo los miraba a su vez, esperando inspirar algún temor en ellos, pero al instante sentía impotencia ante aquel panorama. La oscuridad de la noche contrastaba con el brillo de esos ojos, y eran muchos, demasiados: llegaban a confundirse entre sí, y me absorbían. Mi angustia aumentó ya que me encontraba hipnotizada y ya no podía luchar contra eso. Era hermosísimo y me llenaba interiormente. Me sentía feliz. Y de pronto, Valparaíso dejó de observarme y aquellos ojillos se cerraron asustados con el alba y ese ensueño de luces quedó atrás con la noche, dejándome en libertad.