sábado, 26 de marzo de 2011

Übermensch (dann)

Ya habían pasado varios meses desde que había desechado la propuesta de su novio. ¿Novio? Nunca supo bien qué eran exactamente y por lo mismo, le había dicho que no. Un no débil y premeditado, pero seguramente un no adecuado.

Tenía en la retina su imagen, como si hubiese sido ayer cuando lo visitó en la clínica y le concedió su último deseo. También recordaba perfectamente cuando lo último que Wilhelm vio de ella fue su largo cabello oscuro al doblar la esquina de la calle Blumen. Siempre guardó la secreta esperanza de que él la seguiría, la tomaría por detrás y con un beso apasionado le declararía su amor. Pero en realidad ella sabía bien que Wilhelm era un hombre racional y principalmente enfocado en sí mismo y su propia voluntad de poder. Ni siquiera el amor lo había cambiado.

Se encontraba sentada en el banquillo sucio y deprimente que ahora era su cama, líneas negras  eran ahora su mejor paisaje. Los barrotes de su celda se habían convertido en el lugar preciso al cual dirigir sus ojos durante las reflexiones. “Was dich nicht umbringt, macht dich starker” había sido la última frase de Wilhelm y resonaba día a día en sus oídos, pero ya no estaba tan de acuerdo con él. En su encierro se había dado cuenta que, de hecho, no sentía más fuerte en absoluto, incluso, prefería morir.

Su pensamiento favorito por esos días era profundo y triste:”Nacemos y morimos solos, y ante esa perspectiva, es imposible sobrevivir a la vida sin apoyarse en algo que (nos) trascienda”.Nunca trató de escapar porque en realidad nunca se dio cuenta de lo que hizo. La culpabilidad no cayó como un ladrillo en su intelecto; no alcanzó a sentir culpa. Quizás el shock fue muy grande o cometió su crimen por obediencia a su ser querido. 

Luego de vaciar la jeringa en él, había movido el cadáver a un lado para dejar espacio en la camilla y recostarse a su lado. Había cogido su brazo, que era un peso muerto, y lo había puesto rodeando su cintura y con la cara salada y mojada se se había dormido junto a él.

Había despertado días más tarde, en una celda en espera a ser juzgada, pero no le había interesado defenderse. Era culpable e iba a hacerse responsable de sus actos hasta el final. Sería coherente, algo que en el mundo ya no se veía, y con tranquilidad iba a asumir el castigo.

"Nacemos y morimos solos…”