miércoles, 5 de abril de 2017

Julia no llora




Había sido un turno lento y este era el primer ingreso de la tarde. El José venía desarmado. Rígido y congelado en el tiempo. Mi trabajo me obligaba a ser fuerte, pero me paralicé. Cuántas veces la Julia le repitió a José: "ten cuidado, esa cosa es un ataúd con ruedas, ¡pa' qué te la compraste!". Es que José adoraba la sensación del viento en su cara, "es una adicción" le decía con una sonrisa de lado a lado. Una condena, respondía ella colgándose de su cuello para retenerlo cada vez que pensaba salir. Pero a él la velocidad lo hacía feliz. Cuando vi entrar ese casco de diseños militares aún protegiendo sus facciones, el pantalón suyo de siempre hecho jirones y la chaqueta de cuero con el halcón que tanto le gustaba, completamente rasgada, algo recorrió mi cuerpo, pero me mantuve fuerte. Empecé a desvestirlo con cuidado, rogando porque ella ya lo supiera. "Julia no llora" me repetía. Ella nunca llora. 

2 comentarios:

  1. Hola Cata, con sumo gusto regreso a tu casa, vengo para quedarme y para decirle a Julia que llore, las lágrimas son tan necesarias como el aire que respiramos..
    Precioso relato Cata..
    Pasa buen día, besos lorquianos..

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    1. Hola! muchas gracias por tu comentario Don Vito y por pasearte por mi blog!
      un abrazo!

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