domingo, 17 de enero de 2021

RSVP

La historia de Aurelio es lo mejor que me ha pasado este año. Suena un poco tramposo, pues van solo dieciséis días, pero en los trescientos sesenta y cinco de la temporada anterior, no escuché nada de este nivel. ¡Qué nivel! Cuando leí la crónica sentí que los humanos merecíamos la extinción. Veníamos pidiendo a gritos que se acabara el tedio, porque después de tantos años de encierro, vaya que hacía falta un poco de emoción, cualquiera, incluida la adrenalina previa al apagón.  

En medio de este llamado de ayuda para volver a sentir algo, fue que me encontré en el periódico con la historia de Aurelio. Me maravillé de la capacidad que tiene la realidad para superarse a sí misma, y de saber que aún podía experimentar de esa risa que te hace graznar. Esa que en el fondo, oculta el verdadero terror. Uno pensaba que después de una pandemia, ya no quedaba mucho más, pero sí que lo había. 

Aurelio era un felino cuyo pelaje parecía obra de una peluquería barata, obeso y déspota. Su dueño, Antonio, siguiendo los pasos de su animal, era un adolescente cuyos bramidos eran órdenes, y que ese día, doce de este año, había forzado a sus padres a celebrar el cumpleaños de su amado gato. Sí, tal y como suena. En medio de una crisis sanitaria mundial. 

La norma sanitaria establecía que el aforo máximo en lugares abiertos, en ese pequeño balneario, era de diez personas, mas Antonio se conducía por la vida inmune a los males que nos afectaban al resto de los humanuchos. Palabra que no existe, pero que Antonio de seguro habría usado; era ese tipo de adolescente.

En realidad, tampoco estaba en sus dieci-algo; tenía veintitrés años, pero seguía mamando del bolsillo de sus padres, haciéndoles sentir que ellos, y no él, estaban en deuda. ¿Cuál deuda? El periódico no daba más detalles y mis tres años en la facultad de periodismo algo de dignidad me dejaron como para no andar inventando.

El tema es que este no era un cumpleaños cualquiera, sino el cumpleaños de un gato, y para eso existen ciertos protocolos. ¿No lo sabían? Pues yo menos: los gatos me aterrorizan, me parecen criaturas de ultratumba y jamás les celebraría nada. Estaba convencida de que eran eternos y diabólicos. Resulta que no, que nacen y cumplen años y todo. Incluso se supone que mueren. 

La etiqueta para este evento consistía en que los asistentes debían concurrir a la fiesta con un regalo, idealmente algún animalillo de menor tamaño y vivo, para que Aurelio pudiese recrear sus juegos de cacería, como en el coliseo. Además, la velada pretendía honrar la vida gatuna, por lo que todos debían ir disfrazados. No completamente, al estilo de Halle Berry, pero al menos cola y orejas, de esas que venden en el supermercado para Halloween. 

Lo que ocurrió fue, y esto lo dijeron algunos de los invitados más tarde hospitalizados y delirantes, que durante la celebración algo había en los vasitos de leche con plátano, que los alteró. "¿Alteró cómo?", había preguntado el entrevistador. El reportaje señalaba que alguna sustancia se les había metido, porque cuando Antonio propuso comenzar moverse en cuatro patas y a lengüetear los platos de comida, en vez de utilizar tenedores, a todos les pareció de lo más normal.  

En ese éxtasis de festividad clandestina y emulación felina, los asistentes, no pasados de copas, pero sí de leche opiácea y comida de figuritas marinas, lengüetearon también al cumpleañero, a las mesas, sillas y finalmente, a los otros invitados. Era una orgía de lenguas pasando por caras, brazos, piernas y ropas ajenas. Para qué decir, que cuando los vecinos llamaron a la policía por maullidos molestos, les colgaron pensado que era una pitanza. 

Bajo este reportaje, que tuve que leer varias veces, pues no me lo creía, la siguiente sección del periódico mostraba cifras de contagios y a expertos preguntándole a otros expertos cómo es que las medidas no estaban surtiendo efectos. Yo creo que el editor no se dio cuenta de que las notas iban una junto a la otra, pero al menos el lector tendrá clara la respuesta. 

Luego de esto, las treinta visitas y cuatro anfitriones se contagiaron con una cepa rarísima, que se cree que ellos mismos engendraron entre tanto intercambio de fluidos y pelos. Dicen que con ellos comenzó la ola definitiva, la cepa definitiva y la extinción definitiva. 

¿Igual merecido o no?