lunes, 6 de abril de 2020

Desigualdad Emocional II

Ellos también tienen algo que decir

Debo reconocer que al compartir mi reflexión anterior tuve miedo de no expresarme correctamente, miedo que desapareció al ver mis redes sociales llenas de debates geniales y profundos (¡qué alivio mental!). A cada quien le hizo sentido uno u otro párrafo según su propia historia y, lo mejor de todo, abrió un espacio de diálogo. 

Una de las cosas que más me preocupaba era pensar ¿quién soy yo para decir cómo se siente un hombre? Por eso quise que quedara muy claro que era una reflexión abierta y llena de preguntas, siendo, de todas formas, urgente la retroalimentación de algún hombre de 28, 30 o 32 (al que en ningún caso quise menospreciar por “no haber ido al psicólogo o atreverse a llorar” (que fueron cosas que mencioné para ilustrar el verdadero tema de fondo, sin ánimo de ser reduccionista)).

En ese contexto tuve algunos comentarios masculinos sobre distintos puntos. Uno de ellos -que fue casi una columna en sí misma- tocaba el tema que más me interesaba: ¿existe el espacio para el hombre de 30 de hoy, para conectar-manifestar sus emociones? Por eso, les comparto esta "reflexión sobre mi reflexión" (con la debida autorización, ¡obvio!©). 
Este análisis de primera mano (o sea, del hombre educado en los 90s que describí) nace de un amigo  y escritor (la pluma tras los libros “Puntete”), que le da bastante en el clavo al asunto.  

Me contó que por diversas razones él tuvo la oportunidad de trabajar en sus emociones y su análisis muestra otra perspectiva, o quizás, sin tantas pretensiones de mi parte, al menos me permite saber qué siente un hombre de mi edad al leer la columna.

(Así como mi reflexión no representa lo que todAs pensamos; por su puesto que la de este amigo no es la palabra final; solo aporta un poco más a la gran, gran, gran reflexión de ¿cómo -cresta- ser feliz?)

El propósito de su comentario fue dar luces al "embrollo sin solución" que planteé (ojo que yo dije casi sin solución). Me contó por qué, en una experiencia de vida personal, recibió una invitación a ponerle atención exclusivamente a las emociones de ciertos momentos vividos, con el fin de lograr un autoconocimiento profundo y honesto, que le permitiera desarrollar cimientos fuertes para la vida.
"Pues bien, la experiencia cambió mi vida y me enseñó que hay tres dificultades que frenan el esfuerzo de alguien que quiere conectarse con sus emociones y que resaltan mucho más en los hombres.
Estas son la siguientes:
1) Falta de espacios de confianza: lamentablemente, en el desarrollo de la vida social, son pocos los espacios de confianza. La teoría nos dice que debería ser la familia, pero son escasas las personas que se juntan con alguno de sus padres para contarle sus problemas, quizás porque estos son analizados desde una perspectiva generacional radicalmente opuesta.  
Ante esto, esos espacios se buscan en los grupos de amistad, los cuales tienen que cultivar el respeto, la tolerancia y el apoyo incondicional, para transformarse en un lugar en donde está permitido "llorar la vida". Tristemente en nuestra cultura, dichos espacios de grupos masculinos, suelen estar muy alejados de las emociones y pueden mantenerse por años en la conversación superficial y los problemas cotidianos. Ante esto, el hombre que es "más sensible" tiende a cerrarse en los vicios que nombras (algunos más sanos que otros) o bien volcar toda su emocionalidad en su pareja, convirtiéndola inconscientemente en "la mamá". Ambas cosas atentan contra el desarrollo personal y de pareja.
(Creo que sea que hablemos de una pareja heterosexual u homosexual, siempre que alguna de las partes haya trabajado más las emociones que la otra, el desequilibrio puede impedir el desarrollo de ambos, sea por esta figura de “mamá” o por cualquiera otra figura que lleve a una asimetría  de roles poco sana) (((ojo: no toda asimetría es poco sana; no se trata de ser igual a la pareja. Se trataría de algo así como de complementar en vez de subsidiar))).
2) Temor a mostrarse vulnerable: esto se resume en "los hombres no lloran". Esa frase marcó varias generaciones que terminaron por confundir las emociones y transformaron la pena en frialdad, la frustración en rabia, y la angustia en hermetismo, olvidando totalmente el lado sensible que tiene cada persona. Mostrarse vulnerable es sinónimo de burlas y ataques, "en buena onda", pero que invitan a cerrarse en uno mismo para evitar salir trasquilado. Muchas de las dinámicas de grupos de hombres se basan en la "hostilidad simpática", en donde todos comulgan con un lenguaje de agarrarse para el webeo sanamente. 
Sin embargo, dicha exposición constante al webeo puede convertir al grupo en una verdadera máquina de estrés, toda vez que no hay verdadera libertad para mostrar lo que uno está sintiendo, puesto que las probabilidades de recibir burlas son altas. Estas dinámicas responden principalmente a que ningún miembro del grupo tiene la madurez emocional suficiente para escuchar, apoyar y aconsejar, y antes de evidenciarlo prefiere cerrar el tema con una broma.
3) Sobreexposición sensorial: esto le ocurre a todas las personas y cada vez más. Y se resume en la frase: "mis problemas los apago con Spotify, Netflix, FIFA, etc...". El movimiento del día y la velocidad de la vida es mucho más rápido que la capacidad del ser humano para sobrellevarlo. Eso lo empuja a preocuparse de lo "esencial" (que suele ser poco esencial), postergando lo simple (que suele ser esencial). Muchas personas no se dan el tiempo de pensar y conversar lo que sienten porque "ya se les va a pasar". 
Lamentablemente, las emociones negativas fuertes (pena y rabia) no pasan rápidamente y pueden acumularse varios meses hasta que finalmente se desbordan (esta erupción puede manifestarse de varias formas, pero en la mayoría de los casos termina con consecuencias negativas para la persona y su entorno). Para aquellos que no se guardan todo, esta sobreexposición es lo que permite que exista la "pareja-mama", porque es en los momentos de relación en donde encuentran la paz suficiente para contar lo que les pasa. 
El problema acá es que cargan con responsabilidad emocional a la pareja: el foco debería estar puesto en "te cuento lo que me pasa para que me entiendas y me apoyes" pero termina siendo "te cuento para que te hagas cargo". Muchas veces esa relación de pareja-mamá termina con la mujer haciéndose cargo de la emoción del hombre, lo que termina por quitarle libertad a ella y el poder tener una relación sana. Por eso es importante cultivar espacios propios para "pensar en lo que nos pasa". 
Esos serían 3 puntos que podrían dar luces o al menos, la perspectiva de un hombre que logró tener un espacio de confianza para conectarse con sus emociones, aprendió que la vulnerabilidad se puede convertir en fortaleza y busca cultivar espacios de reflexión personales para preocuparse de lo que siente.
(las negritas son mías)

Ahora me pregunto ¿cómo motivar a alguien a conectar con sus emociones? ¿es válida esa pregunta o anhelo? Quizás para algunos, sentir menos es una forma de sufrir menos, aunque a veces sea un mecanismo de defensa inconsciente.


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