Cómo robar una sonrisa
Igual que todas las mañanas, tuve que ir al Ministerio a
hacer trámites. Trámites, a eso se
reduce cada día; pero ese fue especial. Caminando hacia el metro un guardia me
sonrió y al bajar de él, un señor del aseo me sonrió. Avanzando hacia el
edificio, el carabinero de la esquina de siempre me sonrió y luego, al cruzar la
calle, un peatón desconocido me sonrió. Entré al Ministerio, caminé hacia el
funcionario del escritorio de en medio, que ya me conocía. Me sonrió y me regaló
una flor de origami, hecha con papel
de fotocopias viejas. Entonces, yo sonreí.
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