31 de julio de 2014
Corro y
corro pero no avanzo porque mis pies están enterrados en la arena. El sol no
brilla; al contrario, todo está oscuro y siento la brisa marina golpearme el
cuello con esa sensación helada y húmeda que tanto conozco. Trato de avanzar
pero no logro ir más rápido que la ola que viene tras de mí. Negra, como un
monstruo, imponente y ruidosa, lista para aplastarme.
Cada
segundo me desespero más y en mi interior siento esa ansiedad implacable de que
no voy a poder soportarlo. Si esa ola fuera una persona, sentiría su aliento
detrás mío, penetrando por mis oídos sin dejarme escuchar mis propios
pensamientos. Si tan solo pudiera escuchar mis pensamientos podría decidir qué
hacer.
Pero me
doy cuenta de que no es un sueño, es mi vida. Se acerca, lista para aplastarme
y yo no estoy preparada. Las responsabilidades, las expectativas, lo que los
demás piensan... el sistema. Yo no
estoy lista aún para eso, quiero ser libre y correr infinitamente rápido, hasta
quedarme sin aliento y alejarme de todo para poder escucharme.
Cuando
era joven la vida consistía en tener sueños, ideales de lo que quería lograr,
en emocionarme con un buen libro o una buena película, y creer firmemente que
en unos años sería la protagonista de esas historias.
Ahora
que no soy tan joven y que la vida me ha obligado a seguir ciertos caminos,
tontamente pensando que fueron mis propias elecciones, ya no hay espacio para
los sueños. Quiero ser una deportista o una escritora, pero la sociedad
espera de mí otra cosa. Lo patético de todo esto es que yo también espero de mí otra cosa: no me atrevería a dejar ahora,
que ya estoy terminando una carrera bien
vista y trabajando en un lugar bueno
y estable, eso que he construido, y que ni siquiera es lo que quería.
¿Qué es
lo que me frena? Miedo. Lo que me impide avanzar y sacar mis pies de la arena,
salir de esa playa y dejar que esa ola reviente sola, es miedo; y ni siquiera
sé a qué. Me
angustia ver que pasarán los minutos, días y meses y mis sueños seguirán ahí,
no como un esperanzador futuro sino como un frustrante recordatorio de que no
arranqué de una miserable vida por miedo.
Vivo
una vida que no es la mía y si mi joven-yo me viera desde la distancia se
sentiría decepcionada por haberse convertido en una cobarde. Pero, honestamente,
¿Quién tiene el valor de dejarlo todo y atreverse a ser feliz?
nunca es tarde!!!!
ResponderEliminarExcelente !!! 2016, LO ACABO DE LEER
ResponderEliminarRetomando!
ResponderEliminarEscalofríos... te sentí acá, como si fuera yo el que escribió. Gracias por poner-lo en palabras y por lo que dejás. Te abrazo
ResponderEliminarGracias por la visita!
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